mis muelas comenzaron a verter pus, de a momentos sangre, de a momentos pus. se inflaman las encías, tomando una forma levemente esférica, palpo esa figura con mi lengua, siento el impulso de querer pinchar esa pelotita llena de hediondez con un clavo, si, con un sacacorchos, si, con un clavo oxidado o un sacacorchos oxidado. me anima la idea de creer que llegue a un tope del dolor, esta dolencia esplendorosa ya traveso todos mis nervios , mi rostro y mi pensamiento. aprieto la pelotita con la lengua, chorrea mas viscosidad dulce y putrefacta. el dolor se intensifica, no recuerdo haber padecido nada peor en mi vida y no se puede resolver. o si? pero requiere una medida extrema, introduzco en mi boca mi pulgar e índice de la mano izquierda, comienzo a bucolocalizar la herrumbre molar, siendo el tacto el testigo de mi advenimiento en picada de lo salubre, oh! que grandiosos fueran esos tiempos en que la solidificación del calcio permitía triturar vísceras, hongos, almendras, casi cualquier cosa que quisiera mientras todavía gozaba en ese paraíso de la salud maxilar tomo con los dos dedos la muela, quizá esta maniobra me permita hacer suficiente fuerza de palanca para extraerla, ejerzo presión, el dolor llega a un nuevo pico, la esperanza de una redención me hace mantener la presión, no se mueve. putrefacta, maloliente e inamovible, esas son sus cualidades. suelto. las lágrimas caen involuntariamente, siento que tiemblo, tengo calor, tanto que me hace querer escapar de mi cuerpo. solo queda reposar {me acuchillaría la cara} creer que en la agonía hay una respuesta. comienzo a pensar en situaciones hermosas y beneplácitas en las que podría estar si no fuera por esto. mis ojos se cierran, podre dormir unos minutos hasta la próxima batalla.
